7 de agosto de 2013

HOSPITAL DE LA CARIDAD

Este interesante monumento sigue prestando la actividad caritativa, motivo que justificó su fundación en el Siglo XVII por el caballero aristócrata Miguel Mañara siendo Hermano Mayor de la Hermandad de la Santa Caridad, cuyos fundamentos era prestar un enterramiento digno a todos aquellos desvalidos que fallecían en la calle, a los ahogados en el río, que generalmente eran marineros de los muchos barcos que por aquel entonces tenían su base en el puerto, y a los ajusticiados cuyo cuerpo no era reclamado por familiar alguno. Este conjunto artístico consta del propio Hospital y la Iglesia de San Jorge.
Desde su elección como Hermano Mayor, Miguel Mañara planteó la necesidad de crear un hospicio en uno de los almacenes de las Reales Atarazanas lindante con su Iglesia, iniciando sus actividades en 1664 de manera precaria, ya que solo acogían a las personas necesitadas y sin un techo en el que cobijarse para pasar la noche, hasta que en 1672 se le pide a la Corona la concesión de otra de las naves de las Atarazanas para dotarla de enfermería, instalación conocida hoy cómo Sala de Cristo, ya que la preside un Crucificado atribuido a Pedro Roldán, que por cierto también era hermano de la Caridad.
Al aumentar sus necesidades, en 1678 se ven obligados a ampliar la instalación, para lo cual encargan al cantero Rodríguez Espinosa once columnas que darán soporte a la conocida cómo Sala de la Virgen, imagen que esculpe en 1680 Valdés Leal, hermano también de la Caridad, además se le encarga a Bernardo Simón de Pineda la talla de un Retablo, que desgraciadamente se perdió.
Los patios tienen una gran importancia ya que son ellos los que articulan las distintas dependencias que prestan su labor hospitalaria y proporcionan la luz necesaria a las distintas salas, la Sala de Cristo, la Sala de Nuestra Señora del Rosario, la Sala de San Antonio y la Sala de San José. Siendo el arquitecto Leonardo de Figueroa, el que en 1679 llevaría a cabo su construcción, en uno de ellos se alza una columna con el busto de su creador, Miguel Mañara, cerámicas que narran alguna de las leyendas de su impulsor y los famosos rosales que plantara él propio Mañara. 
En otros patios sus fuentes toman el protagonismo, cómo la que cuenta con una escultura central de la Fe o en otra la Caridad, ambas de 1682 y procedentes de Génova, en sus muros se pueden apreciar lienzos holandeses de azulejos azules con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento procedentes del convento de los Descalzos de Cádiz.
Antes de acceder a la Iglesia se puede ver un lienzo de Herrera el Viejo sobre la Visión de Constantino. La Iglesia actual es uno de los grandes ejemplos del barroco sevillano, sustituyó a la primitiva capilla del siglo XV al quedar pequeña e inundarse con las crecidas del río. El proyecto se le encargó al maestro mayor del Arzobispado, Pedro Sánchez Falconete, en 1640, sin embargo la construcción sufrió continuas interrupciones por las características del terreno, recordemos que la zona era un arenal, además de la continua falta de fondos. Con el nombramiento de Miguel Mañara cómo Hermano Mayor en 1663, la obra se retoma de nuevo con las modificaciones impuestas, la cúpula semiesférica de Pedro López del Valle y la nueva ubicación de la Torre adosada al costado izquierdo de la fachada que cuenta con una bella espadaña, siguiendo la tradición sevillana la fachada cuenta con varios vanos encuadrados por apilastrados y elementos cerámicos tomados de los retablos, rematada por una buhardilla en forma de templete y elementos decorativos piramidales de ladrillo en sus extremos.
Al pasar a su interior nos encontramos en el sotocoro con dos excelentes lienzos de Valdés Leal realizados en 1671 y 1672 respectivamente, los Jeroglíficos de las Postrimerías, In Ictu Oculi y Finis Gloriae Mundi, dos obras un tanto macabras que formaban parte de un programa ideado por Miguel Mañara que aluden a la banalidad de la vida terrenal y la igualdad en la de ultratumba. 
En los muros laterales del interior se podían contemplar toda una serie de cuadros alusivos a las obras de misericordia, los Jeroglíficos de la Caridad, cuya autoría se debe a Murillo, sin embargo hoy se encuentran en distintos museos del extranjero tras el expolio del Mariscal Soult en 1810, se trata de Abraham y los tres ángeles, simbolizando “dar posada al peregrino”, La curación del paralítico o “Visitar a los enfermos”, San Pedro liberado por los ángeles o “Redimir al cautivo” y el Regreso del hijo pródigo que simboliza “Vestir al desnudo”, toda esta serie expresa los fundamentos de la Hermandad de la Santa Caridad, tras aquel expolio quedaron dos cuadros pertenecientes a esa serie la Multiplicación de los panes y los peces y Moisés haciendo brotar el agua de la roca. Los cuadros que hoy podemos ver representan escenas de la Biblia realizadas por Miguel de Luna.
Las paredes se cubren con yeserías y motivos decorativos vegetales pintados por Valdés Leal todo ello en las pechinas de la cúpula que encuadran a los Evangelistas, en el intradós aparecen ángeles portando los atributos de la Pasión. 
El 12 de octubre de 1670 se acuerda en Cabildo encargar la realización del retablo al escultor Bernardo Simón de Pineda y la obra escultórica a Pedro Roldán, un conjunto que representa el entierro de Cristo aludiendo a la expresa obra de la Hermandad, enterrar a los muertos. La policromía la realizó Valdés Leal. La estructura del retablo es un gran templete flanqueado por columnas salomónicas todo ello rematado por una escultura de la Caridad, de la Fe y la Esperanza. En las calles laterales aparecen las esculturas de San Jorge y San Roque que suponen dos de las mejores obras de Pedro Roldán.
Los muros laterales también presentan retablos de la misma época y del mismo retablista, Bernardo Simón de Pineda, a la izquierda se encuentra el dedicado a la Virgen de la Caridad, una imagen de principios del XVI y en el ático aparece el Niño Jesús, una obra de Murillo.
A continuación nos encontramos con el extraordinario púlpito de hierro forjado y su tornavoz rematado con una escultura de la Caridad, obra de Pedro Roldán, sosteniendo la escalerilla aparece un ser monstruoso atribuido a Simón de Pineda.
A continuación otro retablo en el que aparece centrada una bellísima imagen de Murillo, La Anunciación, como curiosidad, esta es una pintura que no se realizó para esta Iglesia, aparece tras una donación realizada en 1686. 
Por último la imagen tenebrista de San Juan de Dios transportando a un enfermo y realizada por Murillo, haciendo referencia a la labor que realizan los hermanos de la Caridad.
En el lado derecho aparece en primer término el retablo de San José, una obra de Cristóbal Ramos de 1782. A continuación un relieve enmarcado en una orla tallada oval de un Exce Homo de principios del siglo XVII. Le sigue un retablo dedicado al Cristo de la Caridad encargado por Miguel Mañara a Pedro Roldán y por último una bellísima pintura de Murillo de Santa Isabel de Hungría.
A los pies de la nave, en el coro, se puede ver una pintura que cubre completamente el medio punto, es una obra de Valdés Leal realizada entre 1684 y siguiente, representando la Exaltación de la Cruz.  
Por último en la cabecera del templo, la Sacristía, un espacio rectangular, a la que se accede a través de dos puertas magníficamente talladas situadas en el banco del retablo, están flanqueadas por parejas de niños atlantes talladas por Pedro Roldán, en las que plasmó perfectamente el aspecto infantil. En el interior de esta dependencia destaca la copia de un Cristo Crucificado cuyo original es de Rubens.
Si su colección artística es de gran importancia no lo es menos su amplio archivo, en el que abunda la documentación relativa a los principios y fundamentos de la Institución, destacando el Libro General de Inventarios de 1674 y la belleza de su portada y el de Protocolo General en el que aparecen dibujos de ángeles y alegorías todos ellos de Valdés Leal.
Entre el costado derecho de la Iglesia y el patio principal se sitúa la Sala baja de Cabidos, presidida por un cuadro de Valdés Leal en el que representa a Mañara leyendo las Reglas de la Caridad, una obra de 1681. También y atribuido a Zurbarán un Crucificado, una magnifica copia de Murillo de San Francisco Javier y otros tantos en los que se representan distintos episodios de la vida de Miguel Mañara además de su propia mascarilla.
En la planta alta se pueden admirar una buena colección de lienzos, algunos de ellos de cierto interés y todos ellos reflejando todo un programa iconográfico del pasado de la Hermandad y de aquellos personajes vinculados con la misma, siendo uno de ellos el que más llama la atención, en el que aparece una dama, siendo saludada por un caballero, cuya mitad del rostro y del cuerpo deja ver el esqueleto, su autoría no está definida, al igual que el lienzo alegórico de la Edades de la Vida, en el que se refleja un cierto contenido doctrinal y didáctico con versos alusivos a las actividades de las distintas edades de los personajes que se encuentran en un puente escalonado bajo el que se sitúa la escena del Juicio Final. Por último y fechada en el XIX la Adoración de los Pastores, una obra que refleja un magnifico dibujo. Hasta aquí la Iglesia y el Hospital, ¿pero quien fue Miguel Mañara?
Nace en Sevilla el 3 de marzo de 1627, en el seno de una destacada familia de mercaderes de origen corso. Su padre, Tomás Mañara, consiguió una gran fortuna con el comercio de las Indias, casado con Jerónima Anfriano Vicentelo.
Desde muy niño recibió una educación acorde con la posición privilegiada que disfrutaban y con sólo diez años de edad, accede a la Orden de Calatrava. Con trece años se convierte en heredero universal de los bienes de su familia al fallecer sus hermanos mayores. Cuando contaba con veintiún años, tras la muerte de su padre, se casa por poderes con Jerónima Carrillo de Mendoza, sus ocupaciones se centran en administrar su fortuna y sus negocios, además de ejercer cómo Provincial de la Santa Hermandad y Alcalde Mayor de la ciudad.
La muerte de su esposa en 1661 tras trece años de matrimonio, le hace caer en una profunda crisis personal que le lleva a cuestionarse su modo de vida y a la necesidad de iniciar un proceso de conversión, tras apreciar que la riqueza material no le satisface plenamente, lo cual le lleva a considerar un cierto interés por la vida religiosa, llevándole a ejercer de ermitaño en la Serranía de Ronda en la ermita de Santa María de las Nieves. Tras el largo retiro y recogimiento vuelve a Sevilla para llevar a cabo la obra que mas agradara a Dios y que colmara sus nuevas expectativas en favor de los demás.
Esta nueva situación personal le lleva a acercarse a la Hermandad de la Caridad, cuyos inicios se remontan al siglo XV en el que hay constancia documental de sus fines humanitarios.
Al poco tiempo de ser admitido como hermano y después de desempeñar las labores propias de la Institución es encargado por votación para desempeñar el cargo de Hermano Mayor, cargo que en su caso sería vitalicio, por el impulso que dio a la Hermandad, confeccionando nuevas Reglas, la construcción de la Iglesia de San Jorge y el Hospital, siendo el verdadero artífice de la gran labor humanitaria que a día de hoy aún sigue prestando.
Su muerte el 9 de mayo de 1679 supuso una gran conmoción en la ciudad, tanto es así, que el propio Arzobispo propuso iniciar en 1680 los trámites para su beatificación, siendo declarado Venerable el seis de julio de 1985. 


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