10 de julio de 2013

PALACIO ARZOBISPAL




El actual edificio barroco es un claro ejemplo de arquitectura palaciega del Siglo de Oro, se levanta sobre el solar de las casas que donara el rey Fernando III al Obispo Don Remondo en 1251. Pero no sería hasta 1593 cuando el Arzobispo Don Rodrigo de Castro encarga al arquitecto Vermondo Resta que organizara el conjunto para darle la utilidad que requería, todo se desarrolla en torno a dos grandes patios de estilo manierista, uno de ellos con una fuente del XVI en su centro. 

Pero no sería hasta la segunda mitad del siglo XVII cuando se acometen las obras para unirlos a través de una doble galería que nos lleva a su nueva y monumental escalera principal, realizada por el arquitecto portugués Manuel Ramos con mármoles de distintos colores. 
    
 
En ese tiempo, principios del XVIII, se lleva a cabo la impresionante portada, de Lorenzo Fernández de Iglesias, de un aspecto barroco y una rica ornamentación, el remate con la cruz y las dos jarras de azucenas es diseñado por Diego Antonio Díaz, al que se le atribuye la portada lateral.

Esta portada viene a culminar el proceso de remodelación que se había llevado a cabo durante las últimas décadas y se levanta bajo el patrocinio del arzobispo don Manuel Arias, por lo que su escudo campea sobre la clave del arco de entrada. Labrada en piedra, se levanta en dos cuerpos de altura donde destacan las bellas columnas corintias pareadas del primer cuerpo, con fuste tallado con motivos vegetales. Un frontón curvo partido da paso al segundo cuerpo, donde aparecen pilastras talladas flanqueando el balcón central que se enmarca con potentes molduras. Finalmente, una cornisa mixtilínea arqueada sobre el dintel del balcón da paso a un remate de pináculos y jarras con azucenas, como se ha dicho anteriormente, emblema de la diócesis sevillana, centrando una cruz de hierro forjado. 
 

En su interior se conserva una colección de pinturas de gran interés, de Zurbarán, Herrera el Viejo, Murillo o Francisco Pacheco, entre otros, todas ellas distribuidas por sus salones, tanto en sus muros cómo en sus techos. Por ejemplo el conjunto que encarga el Cardenal Niño de Guevara en 1604 para el techo del Salón principal, una obra muy compleja por la iconografía reflejada de pasajes bíblicos y encuadrarlas en los recuadros establecidos. Del mismo siglo son las pinturas de la Galería del Prelado, un salón contiguo al anterior, en el que se representan cuatro pasajes de la vida de Noé, los elementos y las estaciones. Muchas de las obras que en su momento se podían admiran, entre ellas de Herrera el Viejo o Valdés Leal, fueron robadas por el Mariscal Soult con ocasión de haber instalado en este edificio su cuartel general.
 



En cada una de las etapas en que se renovaba el cargo de la Archidiócesis, cada Obispo quería dejar constancia de su paso por el sillón patriarcal realizando sus encargos al artista mas representativo del momento, con lo cual la colección de obras de arte se enriquecía con cada uno de ellos.
 
 
 

De todos ellos el que dio el gran impulso a la ornamentación del Palacio fue el Cardenal Delgado y Venegas, quien encargó a Juan de Espinal la pintura de la cúpula que cubre la monumental escalera y los lienzos de sus muros, así cómo una serie sobre la Pasión para el Salón Principal. Algunas de las pinturas de la parte baja de la cúpula se sustituyeron por frescos en el siglo XX.


Hasta aquí lo referente a la colección de pinturas, pero es reseñable por su importancia para la historia de nuestra ciudad, el valor de los fondos documentales y bibliográficos que conserva, desde el siglo XIII hasta nuestros días, siendo muy importantes los referidos al siglo XVIII, estan catalogados mas de trece mil legajos y unos trescientos pergaminos. 
El Archivo Histórico del Arzobispado de Sevilla custodia toda la documentación generada por los Arzobispos en el gobierno de la Diócesis a lo largo de su historia, en el se registra la función Pastoral, de Gobierno y de Administración. Este archivo es de una gran importancia para el estudio histórico  tanto por el volumen de su documentación como por el valor de ésta.
Comprende información y datos del Antiguo Reino de Sevilla, como son las actuales provincias de Sevilla, Huelva, parte occidental de Cádiz, y algunos pueblos de Córdoba y Málaga. Cronológicamente abarca desde el Concilio de Trento, momento en el que se obliga a los Obispos a residir en sus sedes, lo que suponía que el gobierno de las diócesis dependiera más directamente de los obispos. 
Se trata en su conjunto de cerca de 2.500 metros lineales de documentación, con un marco cronológico que abarca desde el Concilio  de Trento a nuestros días, aunque también cuenta con documentación de los siglos XIII, XIV y XV.
Fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1969.
Relación de Obispos al frente de la Iglesia Hispalense.
SIGLOS III Y IV
Marcelo, primer obispo hispalense de quien se tienen referencias históricas a través del catálogo gótico-hispalense y códice de San Millán o emilianense (siglo X).
Sabino I, dio sepultura a las santas Justa y Rutina y asistió al concilio de Elvira (a. 303)
Evidio
Deodato
Semproniano
Gémino
SIGLOS V a VII
Glaucio Marciano Sabino II, tomó posesión antes del 441, ya que en esta Fecha es desterrado por el rey suevo Réquila.Epifanio, obispo intruso colocado por el rey suevo Réquila. Gobernó desde el 441 hasta posiblemente el 458.
Sabino II, por segunda vez, recuperó la sede hacia 461, muriendo poco después.
Oroncio
Zenón, nombrado vicario del papa Simplicio (468-483) en España.
Asfalio
Maximiano
Salustio, vicario del papa Hormisdas (514-523) en la Bética y la Lusitania.
Crispino
Pigasio
Esteban I
Theódulo
Jacinto
Reparato
Esteban II
San Leandro, gobernó aproximadamente de 577 a 599 en que murió. Presidió el III concilio de Toledo en el 589 y el I concilio provincial de Sevilla en el 590.
San Isidoro, de 600 a 635. Doctor de la Iglesia, cumbre de la sede hispalense. Presidió el II concilio provincial de Sevilla (619) y posiblemente uno III celebrado hacia 624. Pero el genio de san Isidoro se muestra en todo su esplendor al dirigir el IV concilio de Toledo en el 633, presentes 66 obispos de Hispania y Galia.
Honorato, de 636 a 641. Asistió al IV concilio de Toledo en el 638.
Antonio, de 642 a finales de 655. Asistió a los concilios toledanos VII en el 646 y VIII en el 653.
Fugitivo, asistió al IX concilio de Toledo en el 655 como abad de un monasterio cercano a Toledo y al X en el 656 como arzobispo de Sevilla.
Bracario
Julián, asistió al XII concilio de Toledo en el 681. Su nombre no aparece en el códice emilianense, aunque sí en el catálogo hispalense.
Floresindo, de 682 hasta después de 688 y antes de 693. Asistió a los concilios de Toledo XIII del 683 y XV del 688. Al XIV en el 684, «a causa de que el mal invierno y el acabarse de disolver poco antes el Concilio trece», estuvo representado por su vicario Gaudencio. Por el nombre, parece ser que era de sangre goda, eral la excepción en una sede donde los demás hasta el momento eran de sangre hispano-romana.
Félix, no aparece en el códice emilianense y sí en el catálogo hispalense, aunque no en su debido sitio. Comenzó a regir la diócesis hacia el año 688 hasta el 693 que pasó a la arzobispal de Toledo.
Faustino, asistió a los concilios toledanos XVI en el 693 y XVII el siguiente año.
Gabriel
Sisberto
Don Oppas, hermano del rey Witiza y por tanto hijo del rey Egica. Hacia 711 pasó a la arzobispal de Toledo. Envuelto en la leyenda, aparece como traidor a Don Rodrigo en la batalla del Guadalete, en la que se enfrentaron los ejércitos godo y musulmán.
SIGLOS VIII a XIII
Nonnito
Elías
Theodulfo
Aspidio
Humeliano
Mendulano.
David.
Julián II
Theudula, escribió un Tratado contra Elipando fallecido el año 800, arzobispo de Toledo, combatiendo la herejía nestoriana en la que había caído el toledano.
Juan, participó en el concilio de Córdoba (839) que condenó la herejía de los acéfalos. La población musulmana le dio el título de Said Almatran, traducido por Ambrosio de Morales como principal hombre de Dios y por otros autores como sacerdote metropolitano o siervo de Días.
Recafredo, del obispado de Córdoba pasó a la arzobispal de Sevilla antes del año 851.
Anónimo 864, nominamos así al arzobispo hispalense sucesor de Recafredo, que en 864 consagró, con los prelados de Écija y Cabra, al intruso Esteban, que suplantó al depuesto obispo de Córdoba Valente. Se desconoce su nombre, aunque sí su existencia referida por el abad Sansón en su Apologético.
Juan II, primera mitad del siglo XII, aunque se duda de su existencia. Es referido únicamente en una Carta apostólica escrita por Hugo de San Víctor.
Clemente, huyó de la Bética ante la invasión de los almohades de 1146 y se refugió en Talavera de la Reina.
SIGLOS XIII A XIV
Don Felipe estuvo de 1250 a1258, primer arzobispo tras la restauración de la Iglesia de Sevilla, hijo de Fernando III. No llegó a consagrarse, renunciando a la mitra para casarse.
Don Remondo de1259 a 1286, verdadero restaurador de la Iglesia de Sevilla, fue confesor de Fernando III y Obispo de Segovia. 
Fernán Pérez de 1287 a 1289, electo de Sigüenza, deán de la catedral de Sevilla, no recibió el refrendo de Roma.
García Gutiérrez de 1289 a 1294, sostuvo pleitos con el arzobispo de Toledo por la posesión como sufragáneas de las diócesis de Córdoba y Jaén, y con el de Santiago, por llevar cruz alzada en su diócesis, signo de jurisdicción.
Sancho González de 1295 a 1299, confirmado por Bonifacio VIII, le privó de la sede por ciertas denuncias, pero aclarada su inocencia le fue devuelta cinco meses después.
Gonzalo en 1295, abad de Husillos, Palencia, fue elegido por el Papa para resolver la situación presentada de suspender al arzobispo de Sevilla Sancho González. Lo fue del 13 de julio al 26 de noviembre.
Almoravit  de 1300 a 1302. En su tiempo se fundó el monasterio de San Isidoro del Campo, para enterramiento de Guzmán el Bueno y esposa.
Fernando Gutiérrez Tello de 1303 a 1323, natural de Sevilla, fue sobrino del arzobispo García Gutiérrez. De temperamento guerrero más que hombre de Iglesia. En su tiempo se construyó el hospital de Nuestra Señora del Pilar, junto al Alcázar, para acoger los peregrinos que llegaban a Sevilla atraídos por la devoción a la imagen que bajo esta advocación se hallaba en la catedral.
Juan Sánchez de 1323 a 1348, natural de Sevilla, de espíritu guerrero como su antecesor, participó en la batalla del Salado en 1340 y en la toma de Algeciras en 1344.
Don Nuño de 1349 a 1361, convocó concilio provincial en 1352.
Fray Alonso de Vargas de 1361 a 1366, agustino hombre de virtud y reconocida ciencia.
Pedro Gómez Barroso de 1369 a 1371, fue obispo de Coimbra y Lisboa antes de acceder a la sede de Sevilla. En 1371 fue nombrado cardenal y pasó a la corte pontificia de Aviñón. Murió en 1374.
Fernando Álvarez de Albornoz de 1371 a 1377, de la sede de Lisboa pasó a la de Sevilla. En 1374 dio licencia a doña María Coronel para la fundación del monasterio de Santa Inés.
Pedro Gómez Álvarez de Albornoz  de 1378 a 1390 hermano del anterior, culto y literato, donó al Cabildo su rica biblioteca, pudiéndose considerarlo como el fundador de la Biblioteca Capitular. Se conserva un Catecismo, precioso legado que se conserva en la Biblioteca Nacional y que erróneamente se ha atribuido a Pedro Gómez Barroso.
Gonzalo de Mena de 1394 a 1401, su máxima gloria se halla en la fundación de la cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla.
SIGLOS XV
Alonso de Egea  de 1403 a 1417, en su pontificado se comenzó a construir la catedral nueva. De 1405 a 1410 pasó a la corte pontificia de Aviñón y acompañó al papa Luna en su destierro. Participó activamente en el concilio de Pisa (1409). En 1412 celebró concilio provincial. Diego de Anaya y Maldonado (1418-1431; 1435-1437), poseyó la diócesis en dos ocasiones. Desposeído en la primera ocasión por el Papa Martín V por irresidencia en su diócesis y desavenencias con su cabildo. La recuperó al final de su vida, ya ciego, muriendo en Cantillana.
Lope de Olmedo de 1431 a 1432 reformador de la orden de San Jerónimo, fue nombrado administrador  apostólico de la diócesis hispalense para resolver el litigio creado con Diego de Anaya. Sus monjes Jerónimos sustituyen a los cistercienses en el monasterio de San Isidoro del Campo. 
Juan de Cerezuela de 1433 a 1434 hermanastro del todopoderoso Álvaro de Luna no llegó a residir y pasó  enseguida a la diócesis de Toledo.
Gutierrez Álvarez de Toledo de 1439 a 1442 político más que eclesiástico, es figura relevante en la corte de Juan II. Pasó a la arzobispal de Toledo.
García Enríquez Osario de 1442 a 1448 fue prelado de poca relevancia.
Juan de Cervantes de 1449 a 1453, unos le hacen nacido en Sevilla y otros en Lora del Río. Antes de llegar a la arzobispal de Sevilla donde fundó un hospital, tuvo intensa vida diplomática como cardenal. Participó en los concilios de Siena y Basilea.
Alonso de Fonseca estuvo en dos periodos, el primero de 1454 a 1460; y el segundo de 1464 a 1473, poseyó la diócesis en dos períodos. Conocida. como Fonseca el Viejo, fue figura relevante en los reinados de Juan II y Enrique IV. Permutó temporalmente la diócesis de Sevilla por la de Santiago con su sobrino Fonseca el Joven para apaciguar la diócesis compostelana.  Cuando quiso recuperar su diócesis de Sevilla, se encontró con la oposición del sobrino lo que originó un conato de lucha y la intervención real.
Alonso de Fonseca y Acevedo de 1460 a 1464, o Fonseca el Joven, era deán de Sevilla cuando le  concedieron Santiago. Ante la ocupación de esta ciudad por el conde de Trastamara, Fonseca el Viejo se prestó a ir a Santiago a restituir el orden mientras su sobrino se hacía cargo de la diócesis hispalense. A su vuelta hubo una gran contienda por la apetencia de uno y otro por la sede hispalense. Fonseca el Joven hubo de encaminar sus pasos hacia Santiago.
Pedro Riario de 1473 a 1474, sobrino del Papa Sixto IV, es un caso palpable de nepotismo. Lógicamente no  salió de Italia y murió prematuramente llevado del exceso de sus vicios.
Pedro González de Mendoza de 1474 a 1482, conocido bajo el título de Gran Cardenal de España, fue un  genio político en la corte de Isabel de Castilla. Pasó a la arzobispal de Toledo.
Iñigo Manrique de Lara de 1483 a 1484, tomó parte en la política de su tiempo. Las crónicas lo califican de  varón noble y virtuoso.
Rodrigo de Borja de 1484 a 1485, el futuro Papa Alejandro VI obtuvo esta nueva prebenda a cambio de su  voto en la elección del Papa Inocencio VIII. La oposición de los Reyes Católicos a esta elección le hizo  desistir un año después.
Diego Hurtado de Mendoza de 1485 a 1502. sobrino de Pedro González de Mendoza, en su tiempo se tuvo el primer sínodo diocesano en 1490.
SIGLO XVI
Juan de Zúñiga de 1503-1504, último maestre de Alcántara obtuvo el arzobispado en compensación de la incorporación de su maestrazgo a la corona propugnada por los Reyes Católicos.  Diego de Deza (1504-1523), notable teólogo dominico e inquisidor general, convocó concilio provincial en 1512. Fundó en 1517 el colegio de Santo Tomás. Alonso Manrique de Lara (1523-1538), sobrino del arzobispo Iñigo Manrique de Lara y hermano del célebre poeta Jorge Manrique. De talante liberal, supo retener en Sevilla a san Juan de Ávila y mantuvo amistad con el venerable Contreras.  García de Loaysa (1539-1546). dominico inquisidor general.  Fernando de Valdés (1546-1568) inquisidor general representa el momento álgido de la represión inquisitorial en tiempos de Felipe II. Aunque pontificado largo, estuvo en Sevilla breve tiempo, lo justo para limpiar la ciudad del foco de luteranismo que se había propagado especialmente en torno al monasterio de San Isidoro del Campo.  Gaspar de Zúñiga y Avellaneda (1569-1571), vino de Santiago a la sede hispalense, pero no llegó a Sevilla sino después de muerto para ser enterrado.  Cristóbal de Roas y Sandoval (1571-1580), arzobispo piadoso, convocó sínodo en 1572. En su tiempo Santa Teresa de Jesús fundó en Sevilla el convento de San José.  Rodrigo de Castro (1581-1600), gran señor renacentista, durante su pontificado, en expresión del Abad Gordillo, «llegó la majestad arzobispal a toda su exaltación». Celebró sínodos diocesanos en 1586 y 1592, y la reducción de hospitales en 1587.
SIGLO XVII
Fernando Niño de Guevara de 1601 a 1609, convocó sínodo en 1604, cuyas constituciones fueron publicadas en 1609, estando ya sede vacante.
Pedro de Castro y Quiñones de 1610 a 1623, en su tiempo se alentó el movimiento inmaculista que llevó en 1617 a emitir la ciudad público voto de defender el misterio de la Inmaculada Concepción.
Luís Fernández de Córdoba de 1624 a 1625), «no tuvo tiempo para conocer su esposa» en alusión a la diócesis, como  afirma el Abad Gordillo.
Diego de Guzmán de 1625 a 1631, moró poco en la diócesis. En su tiempo se agilizaron las diligencias para  promover la canonización de Fernando III el Santo.
Gaspar de Borja y Velasco de 1632 a 1645, residió solamente seis meses en Sevilla. En 1636, el Abad  Gordillo escribió su opúsculo titulado Discurso... sobre no residir en su Iglesia el Prelado de la ciudad de  Sevilla. Pasó a Toledo.
Agustín Spínola  de 1645 a 1649, piadoso prelado, llegó a Sevilla tan achacoso y comido por la gota, que poco pudo hacer en ella.
Domingo Pimentel de 1649-1652, dominico le tocó una Sevilla postrada tras la peste de 1649 que diezmó la ciudad. Nombrado cardenal y embajador en Roma, renunció a la mitra hispalense. Pedro de Tapia (1653-1657) dominico de carácter austero e intransigente, dejó al morir la ciudad en entredicho con motivo del impuesto de millones que afectaba al clero.
Pedro de Urbina de 1658 a 1663, franciscano, tuvo un gobierno pacífico y piadoso necesitada Sevilla después del gobierno rígido de su antecesor.
Antonio Paíno de 1663 a 1669, con fama de constructor y aficionado a las obras comenzó las del palacio  arzobispal y propició el derribó de la colegial del Salvador, para construir el edificio actual. En su tiempo se incoó el último proceso de canonización de san Fernando.
Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán de 1669 a 1684, en su pontificado Fernando III fue llevado a los altares. Piadoso y limosnero, en su tiempo tuvo lugar la fundación de la Casa de Venerables Sacerdotes 1676 y del convento del Pozo Santo en 1682.
Jaime de Palafox y Cardona de 1684 a 1701), de carácter polémico, sostuvo numerosos pleitos con ambos  cabildos, capitular y secular. Prohibió en la fiesta del Corpus las danzas que abrían la procesión y que  incluso se introducían en la iglesia catedral.
SIGLO XVIII
Manuel Arias y Porros de 1702 a 1717), fundó un Seminario de Niñas Nobles contiguo al convento del Espíritu Santo y regido por estas monjas. Dejó fama de limosnero.
Felipe Antonio Gil de Taboada de 1720 a 1722, vino tan enfermo que poco pudo hacer.
Luís de Salcedo y Azcona de 1722 a 1741, dejó su biblioteca, inicio de la Biblioteca Arzobispal. Contribuyó  generosamente a la ampliación de la capilla de la Antigua, en la Catedral donde se halla enterrado. En su tiempo tuvo lugar el traslado definitivo del cuerpo de San Fernando a la urna de plata, en mayo de 1729 y en presencia de la corte.
Luís Antonio Jaime de Borbón de 1741 a 1754, hijo de Felipe V, fue administrador en lo temporal de la  diócesis de Sevilla, ya que no se llegó a ordenar. La diócesis fue regida por coadministradores en lo  espiritual.
Francisco de Solís Folch de Cardona de 1755 a 1775, fue coadministrador de la diócesis por el cardenal Borbón de 1749 a 1752, que pasó de obispo a Córdoba. De talante liberal en su tiempo ocurrió la  expulsión de los jesuitas en 1767.
Francisco Javier Delgado y Venegas de 1776 a 1781, natural de Villanueva del Ariscal, Sevilla, tan sólo  estuvo un año en la diócesis como arzobispo, residiendo en la corte y nombrado por el rey Patriarca de las Indias Occidentales.
Alonso Marcos de Llanos y Argüelles de 1783 a 1795, se distinguió como arzobispo ilustrado: a su empeño  por la elevación cultural del clero unió su preocupación por el aspecto espiritual, con ejercicios  espirituales especialmente encargado al beato Diego José de Cádiz. Aumentó la dotación de la Biblioteca Arzobispal y la abrió al público en 1792.
Antonio Despuig y Dameto de 1795 a 1799,  su estancia en Sevilla se redujo a unos meses. Llamado por  Godoy en embajada a Roma, por razones políticas es obligado a renunciar a la diócesis hispalense.
SIGLO XIX
Luís María de Borbón de 1799 a 1814, hijo del anterior arzobispo Borbón, obtuvo también la diócesis de Toledo en 1800.
Romualdo Mon y Velarde de 1816 a 1819, de talante absolutista y antiliberal, poco hizo en Sevilla habiendo venido achacoso y viejo.
Francisco Javier Cienfuegos y Jovellanos de 1824 a 1847, formó parte, siendo canónigo de Sevilla de la Junta General de Gobierno que tomó el mando de la ciudad en 1808 ante el peligro francés. En 1836 fue desterrado y confinado en Alicante, salpicado por la política de su tiempo que dividió la nación en carlistas y liberales. Murió en el destierro.
Judas José Romo y Gamboa de 1847 a 1855, de honda formación doctrinal, propugnó la necesidad de un nuevo concordato que llevara un clima de tranquilidad en las relaciones rotas entre el Estado y la Iglesia. Es memorable su carta pastoral sobre la Inmaculada, respondiendo a la invitación de Pío IX a todo el episcopado para que se pronunciara sobre el tema.
Manuel Joaquín Tarancón y Morón de 1857 a 1862, llegó a la diócesis con 75 años como premio a una vida dedicada a la enseñanza de este viejo rector de la Universidad de Valladolid. En su tiempo, el Padre Tejero y la Madre Dolores Márquez fundaron la congregación de Madres Filipenses, que recogía a las chicas que lanzaba el fango de la prostitución.
Luís de la Lastra y Cuesta de 1863 a 1876, le tocó la revolución septembrina, que en Sevilla supuso la expulsión de jesuitas y filipenses y la destrucción de algunos templos y conventos.
Joaquín Lluch y Garriga de 1877 a 1882, carmelita, su máxima gloria fue la fundación de la Academia religioso-literaria de Santo Tomás. Protector de congregaciones religiosas, en su tiempo fundaron en Sevilla las Hermanitas de los Pobres, volvieron los franciscanos a Loreto, dio la iglesia de San Alberto a los filipenses para su nuevo Oratorio, y fundó la Obra pía de San Isidoro para facilitar la carrera eclesiástica a los estudiantes pobres.
Ceferino González y Díaz Tuñón de 1883 a 1885 y de 1886 a 1889, dominico, uno de los grandes pensadores de la España de su tiempo, publicó diversos tratados de filosofía. En Sevilla estuvo en dos ocasiones, con un breve período de arzobispo de Toledo. Renunció en 1889, por la enfermedad de un cáncer en la lengua.
Bienvenido Monzón en 1885, tomó posesión por poderes cuando Ceferino González pasó a Toledo, pero no llegó a entrar en su nueva diócesis. Murió en Granada, de donde venía de arzobispo, víctima del cólera.
Benito Sanz y Forés de 1889 a 1895, celebró concilio provincial, después de casi cuatrocientos años que no se celebraba, siendo la archidiócesis de Sevilla la única que no lo convocó tras el concilio de Trento.
Cardenal Spínola, Marcelo Spínola y Maestre de 1896 a 1906, párroco de San Lorenzo, canónigo, obispo auxiliar del cardenal Lluch, llegó al arzobispado proveniente de la diócesis malagueña. Fundador de las Esclavas del Divino Corazón conocidas popularmente como las Esclavas Concepcionistas. Fundador del periódico El Correo de Andalucía. Beatificado en 1987 Por Juan Pablo II.
SIGLO XX
Cardenal Almaraz, Enrique Almaraz y Santos de 1907 a 1920, comprometido con la prensa católica, participó en Sevilla a su primer congreso, cuando esta diócesis estaba regida por Spínola. Ya de arzobispo, convocó en Sevilla el Congreso de Música Sagrada y estableció varias cátedras de ella en el Seminario. Al marchar a Toledo, dejó comprometida la venta del palacio de San Telmo para la Exposición Iberoamericana, que soslayó su sucesor.
Cardenal Ilundáin Eustaquio Ilundáin y Esteban de 1920 a 1937, relevante fue en 1929 el Congreso Mariano Hispano-Americano, dentro del contexto de la Exposición Iberoamericana. Sufrió las consecuencias de la República con quema de conventos, y de la guerra civil, con la quema de iglesias y asesinatos de sacerdotes y religiosos.
Cardenal Segura, Pedro Segura y Sáenz de 1937 a 1954, fue nombrado arzobispo en plena Guerra Civil Española. Fue destituido por Pío XII de la jurisdicción de su diócesis y nombrado un arzobispo coadjutor con plena potestad en 1954. Segura murió en Madrid en 1957.
Cardenal Bueno Monreal, José María Bueno Monreal de 1954-1982, llegó a Sevilla de la diócesis de Vitoria con la difícil misión de sustituir en el gobierno de la diócesis al cardenal Segura, con el título de arzobispo coadjutor con derecho a sucesión y un año después como administrador apostólico, mientras vivió. Le tocó los cambios del Concilio Vaticano II y la gran expansión de Sevilla ciudad con el aumento considerable de población y  de parroquias nuevas. Venerado y querido por su clero.
Cardenal Amigo Vallejo, Carlos Amigo Vallejo de 1982 a 2009, nace en Medina de Rioseco, provincia de Valladolid, el 23 de agosto de 1934. Inicia sus estudios de Medicina en la Facultad de Valladolid, que pronto abandona para ingresar en el noviciado de la Orden de Hermanos Menores (franciscanos). Se ordena sacerdote y, en Roma, cursa estudios de Filosofía. En Consistorio Ordinario Público, celebrado en la Plaza de San Pedro el día 21 de  Octubre de 2003, S.S. el Papa Juan Pablo II lo crea Cardenal Presbítero de la Iglesia Católica, asignándole el título La Iglesia Romana de Santa María de Montserrat de los Españoles. Durante su etapa al frente de la Archidiócesis, recibió en dos ocasiones al Papa Juan Pablo II. Es uno de los mandatos más largos al frente de la Iglesia en Sevilla.
Juan José Pelegrina Asenjo, Comenzó su peregrinar en la archidiócesis de Sevilla el 5 de noviembre de 2009, sede de la que había tomado posesión del oficio de Arzobispo Coadjutor el 17 de enero de ese año.
Forma parte del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española. En octubre de 2009 fue nombrado por el Papa Benedicto XVI miembro de la Pontificia Comisión para América Latina.
Nacido en Sigüenza (Guadalajara) el 15 de octubre de 1945, realizó los estudios eclesiásticos en el Seminario Diocesano de Sigüenza, siendo ordenado sacerdote el día 21 de septiembre de 1969 en Sigüenza. Nombrado obispo auxiliar de Toledo y Titular de Iziriana, recibió la ordenación episcopal el 20 de abril de 1997 en la catedral toledana. Tomó posesión como Obispo de Córdoba el 27 de septiembre de 2003. .
En el año 1971 obtuvo la Licenciatura en Teología en la Facultad Teológica del Norte de España (Burgos). Desde el año 1977 hasta 1979 cursó estudios de Doctorado en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y las Diplomaturas en Archivística y Biblioteconomía en las Escuelas del Archivo Secreto Vaticano y de la Biblioteca Apostólica Vaticana, habiendo estado especialmente vinculado a lo largo de su trayectoria pastoral a la gestión y conservación del patrimonio cultural de la Iglesia.
Como sacerdote de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara fue miembro del Consejo Presbiteral y del Colegio de Consultores, Delegado diocesano para el Patrimonio Cultural y Director del Archivo Histórico Diocesano, además de Profesor de Eclesiología e Historia de la Iglesia en el Seminario Diocesano y Vicerrector del mismo, Canónigo encargado del Patrimonio Artístico, Director de la Residencia Universitaria de Magisterio «Ntra. Sra. de la Estrella» de Sigüenza y Vicerrector del Santuario de la Virgen de la Salud de Barbatona.
En la Conferencia Episcopal Española fue Vicesecretario para Asuntos Generales (1993-1997), Miembro de la Comisión Episcopal para el Patrimonio Cultural (1997-1998), Secretario General (1998-2003), Copresidente de la Comisión Mixta Ministerio de Educación y Cultura-Conferencia Episcopal para el seguimiento del Plan Nacional de Catedrales (1998-2003), Coordinador Nacional de la V Visita Apostólica del Santo Padre a España (2003) y Presidente de la Comisión Episcopal para el Patrimonio Cultural (2005-2009).
Por su colaboración en la preparación de la V Visita Apostólica del Santo Padre Juan Pablo II a España (3 y 4 de mayo de 2003),  le fue concedida por S.M. el Rey la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.



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